Archivo | julio, 2012

Objetos de deseo

30 Jul

La evidente química entre Mila Kunis y Justin Timberlake en Con derecho a roce.

El año pasado coincidieron en la cartelera dos cintas muy similares, que trataban sobre amigos que deciden tener sexo sin ataduras: Sin compromiso (No strings attached), protagonizada por Natalie Portman y Ashton Kutcher, y Con derecho a roce (Friends with benefits) con Mila Kunis y Justin Timberlake. No comprendo el casting de la primera, pero el de la segunda me parece muy acertado. La mayor baza de la cinta es precisamente la evidente química entre Kunis y Timberlake. Esa química convierte la cinta en un gozoso guilty pleasure durante su primera media hora. Es fácil imaginar que los protagonistas siguen aquella premisa atribuida a Woody Allen: el sexo sólo es sucio si se practica bien.

Y es que tampoco hay que imaginar en demasía. Para sorpresa del espectador, esta comedia romántica trata las relaciones sexuales de forma relativamente explícita. Los personajes practican sexo oral y hay incluso una alusión al anal. Siempre, eso sí, cubiertos por una indispensable sábana. El supuesto avance respecto a otras cintas de su género no va muy lejos. Cuando se nos plantea la situación de los dos amigos ya sabemos cómo va a terminar la historia, y la chispa que tenía al principio Friends with benefits se diluye cuando entran en escena los sentimientos y los progenitores de los personajes. El conjunto se adereza con algo de drama familiar: el padre de él sufre alzhéimer,  lo que constituye una subtrama que está bastante fuera de lugar.

Además, por mucho que el personaje femenino parezca sin tapujos, al final es como todas las protagonistas de comedia romántica: está buscando un príncipe azul que le declare amor eterno de forma vistosa y aparatosa, a poder ser en Nueva York. Se suele criticar lo vacíos y estereotipados que son los personajes femeninos en las comedias románticas, pero los masculinos no les van a la zaga. Chicos guapos, exitosos y descerebrados que deciden de repente sentar la cabeza cuando se dan cuenta de que van a perder a su gran amor.

Quien tiene un follamigo tiene un tesoro.

Algunas comedias románticas -dirigidas por hombres-, nos han proporcionado algunos personajes masculinos más realistas. Por ejemplo el que interpretaba John Cusack en Alta Fidelidad (High Fidelity). Más recientemente, la muy superior a la media 500 días juntos (500 days of Summer) también realizaba un buen recorrido por el amor y el desamor del protagonista. Los personajes femeninos en estas comedias eran mejores que la media, pero quedaban algo desdibujados y no dejaban de ser esos objetos de deseo –complejos, fascinantes y misteriosos- a los que los sufridos protagonistas no acaban de comprender.

Es cierto que las chicas pueden ser complejas, fascinantes y misteriosas, magníficos objetos de deseo. Pero son además muchas otras cosas. Más recientemente, la película La boda de mi mejor amiga (lamentable traducción de Bridesmaids) y la serie de HBO Girls han retratado a mujeres más reales. Kristen Wiig (Bridesmaids) y Lena Dunham (Girls) escriben los diálogos e interpretan a sus protagonistas, mujeres con amores y amistades, aspiraciones, miedos, conflictos, inseguridades, alegrías y penas. Lo hacen con esa pátina de tristeza de las buenas comedias y por supuesto con humor. En ocasiones éste es fino y está basado en los diálogos, pero también emplean un humor más grueso al colocar a las chicas en situaciones crudas, obscenas o vergonzosas. Y es que también los objetos de deseo se ven envueltos en situaciones así.

Título original: Friends with benefits

Año: 2011

Ficha en IMDb

Abstinencia en Nueva York

2 Jul

La conciliación de la vida laboral y familiar es un asunto complejo, en particular para las mujeres, que tradicionalmente se han ocupado de los hijos y a menudo han tenido que elegir entre su carrera y su descendencia. Este conflicto podría dar lugar a reflexiones y películas muy interesantes. También puede dar lugar a productos huecos como Tentación en Manhattan (I don’t know how she does it), que al final solamente es otro vehículo para que Sarah Jessica Parker haga lo que mejor sabe hacer: interpretar a un trasunto de Carrie Bradshaw, su personaje en la serie Sexo en Nueva York. En esta ocasión hay algunas variaciones: tiene marido e hijos y vive en Boston, aunque viaja bastante a la Gran Manzana.

Siempre trabajando, en Boston o en Nueva York.

Bajo una premisa aparentemente progresista, la película no solo es superficial y hueca, también tiene toques reaccionarios. Al final, viene a decir, por muy buena que sea en su trabajo y por muy llena que esté su vida, una mujer solamente se realiza de forma completa si tiene hijos, como se encargó de recordarnos hace unos meses nuestro ministro de Justicia. Esta idea la encarna en la película la asistente de la protagonista, la durísima Momo, una eficiente y guapa analista que es adicta al trabajo y está bastante amargada. Durante la mayor parte del metraje va vestida de negro y se muestra muy seria. No la vemos sonreír ni cambiar de tono de vestimenta hasta que sostiene a su propio retoño en brazos.

Pero qué importa Momo. En la película solamente hay una protagonista, Sarah Jessica Parker, y los demás personajes son secundarios que orbitan a su alrededor: su marido, interpretado por Greg Kinnear o su mejor amiga, una Christina Hendricks que en la gran pantalla no consigue papeles demasiado relevantes. El título en español de la película, Tentación en Manhattan, genera falsas expectativas. La supuesta tentación es otro secundario, su jefe en Nueva York, pero nunca llega a tentarla realmente: ella siempre tiene claro que su vida está en Boston con su familia.

La protagonista, Nueva York y su supuesta tentación.

El jefe en cuestión está interpretado por Pierce Brosnan, otro actor marcado por un personaje. Con su pose seductora, con sus ojillos entrecerrados que sin embargo dan la impresión de que se percata de todo, con esa forma de estar al cargo de la situación, no consigue evitar que nos olvidemos de Bond. Al igual que Parker, con su pose viva, parlanchina y pretendidamente graciosa no consigue –ni quiere- que nos olvidemos de Carrie. Ése será el papel por la que se la recuerde, no importa que antes de dar vida a la periodista neoyorquina llevara muchos años dedicándose a la interpretación, incluso con buenas críticas.

Antes de ser Carrie, Sarah-Jessica Parker incluso trabajó con Tim Burton en Mars Attacks y en Ed Wood. Esta segunda película es una suerte de biopic sobre el considerado peor director de la historia del cine, además de una conmovedora declaración de amor al séptimo arte y al impulso por crearlo. En ella dio vida a la actriz Dolores Fuller, la pareja de Wood y protagonista de algunas de sus malas películas. Por ello Parker se ganó mi respeto eterno y puede hacer todas las películas malas que quiera, incluso Sex and the City 2.

Sin embargo, la visión más habitual no es esa. La actriz tiene muchos admiradores -más bien admiradoras- que disfrutaron con la serie y la consideran un icono de estilo. Sus detractores alegan, entre otras cuestiones, que el personaje es cargante y que ella es fea. No sé cómo se sentirá la intérprete al respecto, si estará un poco cansada de ser Carrie o sentirá gratitud hacia el personaje por haberla hecho triunfar. En cambio sé que, al igual que Don Draper, puede contestar a sus detractores que ella duerme en una cama hecha de dinero. Y a diferencia del publicista más famoso de Madison Avenue, lo hace probablemente con unas estilosas sábanas de Alexander McQueen.

Título original: I don’t know how she does it

Año: 2011

Ficha en IMDb